Su belleza y grácil compañía viste de colores y tonos el paisaje, siendo cada vez más las personas que admiran estas singulares características. Las plantas herbáceas normalmente se presentan como flores solitarias y se desarrollan en unos de los ambientes más complejos y dinámicos, resistiendo los embates del volcanismo, los derrumbes productos de movimientos tectónicos, los fuertes vientos, la nieve y bajas temperaturas en invierno y fuertes sequías en verano, evidenciando una compleja historia evolutiva, donde eventos de colonización y especiación se entremezclan con repetidos ciclos de sucesiones producto de perturbaciones naturales. Normalmente florecen en pleno verano, enero y febrero y fructifican en marzo. Entre las plantas herbáceas más destacadas por su atractivo podemos mencionar:

Nombres comunes: Añañuca de Cordillera, Añañuca Cordillerana, Flor de Sangre o simplemente Añañuca.

Las añañucas son sin duda un grupo botánico prodigioso por su belleza. Son un despliegue perfecto de marketing vegetal, portando además de sus colores una arquitectura floral de gran belleza y armonía. Sus bulbos escondidos bajo tierra son menos conspicuos que sus tépalos. Sin embargo, reservan y abastecen de agua y nutrientes a los tejidos emergentes, para sobrellevar las duras condiciones de la cordillera. Esto es lo que conocemos como bioeconomía, de tal manera que mientras la flor se exhibe activamente para lograr la reproducción, los bulbos trabajan sigilosos e igualmente importantes. Mientras el bulbo se encuentra permanentemente bajo el suelo, el órgano vegetativo, así como la flor y los frutos duran sólo unas pocas de semanas. Flor sagrada para los antiguos indígenas, quienes relataban mitos y leyendas sobre ella, en general pasa desapercibida sin sus órganos florales, sin duda es un organismo que posee grandes potencialidades de ser reproducida para lograr su plena conservación, ya que en muchas partes de Chile ha ido desapareciendo por la urbanización y actividades de uso intensivo.